Patrón de crecimiento favorito de nuestros suburbios, el modelo de espina de pescado conclusters de vivienda a los lados lo que produce es calles estructurales -las que dan acceso a las cerradas habitacionales- enmarcadas por altos muros, lo que las hace tremendamente poco atractivas, inseguras, y carentes de eso que damos en llamar vida de barrio y que se supone constituye el alma de nuestras ciudades.
La imagen captada por StreetView ahorra mayores descripciones (¿quién dice que Google Earth no hace fotoperiodismo?). Como muchos otros, un vecino de este fraccionamiento de Temixco, Morelos, quiso instalar una tiendita en su casa dentro de una privada. Como esa condición sólo le permitía tener como clientes potenciales a las aproximadamente 50 familias que habitan su cluster -mal negocio a todas luces-, decidió romper el muro que separaba su casa de la calle principal y ahí abrir una ventana a través de la cual ofrecer su mercadería, con lo cual su universo de clientes potenciales creció radicalmente. Lo interesante es que una decisión exclusivamente comercial tuvo positivos impactos en todo el barrio: desde el punto de vista de la seguridad, brindó vigilancia pasiva a un área que los altos muros convierten en tremendamente inhóspita, y proveyó un entorno donde desarrollar algo parecido a vida social. Coincidencia o no, es el único lugar en toda la foto donde se ve gente, la gran ausente del modelo de ciudad que hemos engendrado.
Las ventanas son los ojos de la calle. Los ciegos son las autoridades y desarrolladores que lo olvidaron.
Palabras al cierre
Fraccionamiento: qué palabra más aséptica para denominar lo que bien hecho debiera llamarse sencillamente barrio.
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